Comentario
Mucho se ha discutido el calificativo adecuado para la sociedad colonial hispanoamericana y ciertamente hay razones para ello, aparte de muchos prejuicios. La fundamental es la convivencia de distintos tipos de sociedades. Un viajero de mediados del siglo XVII que pasara de Caracas a Puerto Cabello podía contemplar, por ejemplo, tres sociedades tan distintas como la estamental, la feudal y la esclavista, encontrando serias dificultades para caracterizar la región por una de ellas. La primera predominaba en las ciudades, la feudal -con una institución medieval remozada que era la encomienda- en las regiones rurales indígenas, y la esclavista en las plantaciones cacaoteras de Aragua. Fenómeno parecido podía apreciarse en Quito, en el Nuevo Reino de Granada, etc.
La sociedad estamental, quizá la más característica de las tres, surgió de forma natural. La Corona diseñó una sociedad bipolar para las Indias, formada por los españoles, que controlaban la tenencia de los bienes, y la indígena, que trabajaba para la primera. Este carácter laboral estableció la primera frontera entre los dos estamentos. Los indios tenían la obligación de trabajar (y pagar el tributo); los españoles podían vivir como señores (los señores no trabajaban). El modelo quebró pronto por falta de rendimiento laboral y se remendó incorporando a las colonias mano de obra esclava, procedente de África. La nueva sociedad se compuso, así, de tres estamentos coloreados con funciones laborales diferenciadas: los blancos o señores, que mandaban y administraban, los indios, que debían ofrecer una parte de su trabajo (el tributo), y los negros, que tenían que entregar todo el fruto de su esfuerzo laboral. Los primeros lo tenían todo, los segundos algo y los terceros nada. El problema se complicó durante la segunda mitad del siglo XVI, cuando empezaron a aparecer grupos interétnicos, fruto del mestizaje, con los que nadie había contado. Mestizos, mulatos y castas representaron nuevos estamentos coloreados sin función laboral predefinida (la encontrarían como mano de obra asalariada), que supusieron un peligro para el orden social vigente. Se les contuvo legislando prohibiciones para que no accedieran a los privilegios del estamento blanco, y hasta se les prohibió convivir con los indios, formando por ello estratos sociales independientes. Esta imagen social se congeló desde principios del siglo XVII y se perpetuó, ya estáticamente, en Hispanoamérica durante los años posteriores. La sociedad urbana, la estamental, quedó jerarquizada con arreglo a la cantidad de melanina con la que había nacido cada individuo, que le marcaba un papel laboral y el acceso a los bienes. La dinámica social era mínima. Por contraposición, la sociedad colonial resultó la más exótica y rica de su tiempo, con representantes de los tres troncos raciales humanos y la aparición de los cruzamientos entre ellos. No en vano Vasconcelos dijo que América fue el lugar donde se formó la raza telúrica de la humanidad.